miércoles, 18 de noviembre de 2015

Nerón el artista

Nace Nerón
Se llamaba Lucio Domicio Ahenobarbo
y vino al mundo el 15 de diciembre del
año 37. Nació de pie, dicen que un signo
de éxito en la vida, y cierto es que, justo
hasta el momento en que se murió, todo
le fue bien. El nombre de Nerón no lo
recibió hasta unos añitos después de
nacer, cuando se lo puso su padre
adoptivo, Claudio. Ahora, el nombre de
Nerón es un sinónimo de chiflado,
pirómano, asesino, desviado sexual,
megalómano, suicida y, lo peor, un
plomazo.
Nerón llegó a emperador con sólo
dieciséis años, gracias a que su madre,
la maléfica Agripina, se cargó a Claudio
y logró que su hijo fuera aclamado por
el Senado y la guardia pretoriana. En la
Roma de aquel siglo primero esto no era
difícil. Bastaba presentarte en los
cuarteles y prometer todo tipo de
favores a soldados y oficiales, repartir
trigo y dinero entre el pueblo y tener
contentos a los senadores. Y la verdad
es que cumplió todas sus promesas. De
hecho, durante sus primeros cinco años
de gobierno fue un emperador modélico.
Buscó la paz, redujo los impuestos,
estableció un ecuánime modelo de
justicia para todo el mundo, recortó los
gastos ostentosos de palacio… ¿En qué
momento se le fue la cabeza? Pues no
está claro, pero se le fue del todo. A
partir de ahí le dio por matar a todo el
mundo que amenazara su poder o le
llevara la contraria.
Pero el peor castigo que sufrió el
pueblo de Roma con Nerón fueron sus
supuestas dotes artísticas. La primera
vez que actuó fue en Nápoles. Estuvo
cantando y tocando la cítara durante
varios días. Él paraba y descansaba,
pero ordenó el cierre del teatro para que
nadie pudiera abandonarlo. Las crónicas
cuentan que algunas mujeres dieron a luz
durante su soporífera actuación y que
algunos espectadores se hicieron los
muertos para que retiraran sus cadáveres
y así poder huir del castigo.
Lo malo es que Nerón estaba
convencido de haber nacido para el arte
y la declamación. La última frase que
pronunció demuestra que no se apeó del
burro ni siquiera en su último momento.
Dijo: «Qué gran artista muere conmigo».
Lo dicho, un plomazo.

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